He tenido que pedir ayuda a interné para encontrarme a mí mismo y volver a escribir. Quizás sigo perdido (que la internet mola pero no tanto), pero me han recordado un objeto que lleva toda la vida en casa de mis padres y siempre me ha intrigado, la mecedora de la buhardilla.
Lo primero, quería hacer una reflexión. No sé si solo me pasa a mí, pero en mi casa hay cosas aparentemente utilizables que no se pueden usar. Puede que a ti te parezca que la mesa del salón es una mesa pero NO, para tu madre es un jarrón rectangular. ¿Ese trapo de cocina que miras con ojos golosos mientras tienes las manos mojadas? NI LO SUEÑES porque es un paño de adorno (o de carga, depende a quién le preguntes). Siendo sincero, en mi casa hay hasta sillas que no son sillas. Que tú las miras y piensas, «reposa brazos, cuatro patas, cojín blandito, respaldo, tiene que ser una silla» pero TAMPOCO.
Parece una silla, sí, pero antes convences a mi madre de ponerle flores encima que de sentarte en ella
Os cuento esto para que entendáis que la mecedora de mi casa puede parecer una silla, solo que NO LO ES. He de reconocer que a mí el concepto de la mecedora me perturba. No entiendo muy bien por qué una silla tiene que moverse de una manera tan inútil. Vimos en este blog que las sillas de escritorio con ruedas son MIEN porque te puedes acercar de un lado a otro sin tener que levantar el hojaldre, que eso siempre es de agradecer. Pero la mecedora va un ratito para delante, otra para atrás y así ad infinitum o hasta que te canses, que suele ser antes, aunque OJO, no siempre.
Para disfrutar al 100% de la mecedora, la silla y tu debéis ser solo uno
Tras reflexionar un poco, he llegado a la conclusión de que una mecedora es una cuna para señores mayores, porque, no nos engañemos, para quedar bien en una mecedora, 70 años debe parecerte tu más tierna infancia. Y aquí mi mente se ha puesto a divagar y pensar en el ya típico recurso de las pelis de miedo que es la mecedora que menea sola o, peor aún, la mecedora que empieza a sonar y de repente ZAS, cadáver que te crió ahí meciéndose. Y no me parece bien, no me parece justo para los fabricantes de estas sillas-cuna, que ven como el noble arte de crear mecedoras está desapareciendo porque a la gente le dan miedo. Pero bueno, que me lío, aquí os presento a la mecedora que descansa en mi buhardilla.
Si nos paramos a observarla, es posible que entendamos porqué mi madre recomienda, a golpe de vara, no sentarse en ella. Lo más probable es que si la utilizáramos como asiento, asistiríamos en primera fila a una lucha a muerte entre las maderas de la estructura, el respaldo de mimbre y la «sujeción cular», por ver quién cede antes . En cualquier caso, y suponiendo que la mecedora sobreviviera a sentar nuestras HAMADAS posaderas sobre ella, nos encontraríamos con un problema evidente: las mecedoras se mueven. Y es aquí donde entra en escena la curiosidad humana por explorar los límites de su entorno para, más tarde o más temprano, descubrir que lo único que está claro es que la mecedora siempre gana. El que acaba patas arriba y con el culo roto eres tu.
MEHAGUSTAO:
- Si eres capaz de «montar» en mecedora y no morir en el intento, es divertida.
- Si no llevas camiseta te deja marcas así como granos que luego se van y puedes decir que ha sido un milagro para fardar.
NOMAGUSTAO:
- Igual solo la usas una vez y la próxima reviú toca hacerla sobre «el suelo» desde el hospital.
- Que se menee sola, suene y te de sustos en plena noche.
Valoración:
- Un 5 como silla porque se mueve demasiado.
- Un 3 como cuna porque no te puedes tumbar.
- Para dar mal rollete le doy un 8, pero requiere unos años de coger polvo para realzar el efecto miedo.
Alternativas: Yo si fuera tú, me compraría una hamaca que es lo mismo pero tumbao.
PD. De muy mal gusto me ha parecido el VIDRIO este que circula por la red que estás ahí mirando la silla, regonica ella y sale una señora así como fea y te da un susto. MAL, internet, MAL.